viernes, 2 de febrero de 2007

If the Bible tells you so...

Los que hemos ido a un colegio religioso estamos ya muy escarmentados con respecto a todo lo que emana de la Biblia, porque un velo de dogmas e interpretaciones unitarias nos han acostumbrado a creer en ella de una manera distinta. El Nuevo Testamento nos parece cercano a pesar de cómo nos lo han vendido; pero del Antiguo no digamos. Es como una letra muerta y perdida de la que perduran cuatro o cinco leyendas.

Insto a lo contrario.

Por la época en que fue escrito el Antiguo Testamento, sus textos eran más una manera de fundar un cosmos que de exponer una teología, y los primeros libros de la Biblia, tan ricamente inventivos, lo que hacen es hablarnos sobre las posibilidades de la existencia, y de los designios de un Yahvé tan irónico como celoso o imprevisible. Un gigantesco y grandioso Rey Lear que observa desde su implacable soledad.
Se lea como se lea, esto es literatura inmortal, y obras como El Señor de los Anillos se evaporan en comparación con la fuerza indestructible de todas las historias bíblicas. Una de mis favoritas es la narrada en los dos libros de Samuel, en donde se cuenta el ascenso al trono de Isreal del rey Saúl; cómo éste pierde la gracia de Yahvé; las intermediaciones de Samuel; y la subida y el reinado del rey David, tal vez el rey más glorioso -junto con Alejandro- que haya existido nunca, con todos sus prodigiosos claroscuros.

Dejo una muestra del Libro Primero de Samuel, Capítulo 15.

Se prepara la guerra contra Amalec (por viejas rencillas, como puede verse). Saúl es voluntarioso y quiere ser grande, pero por un motivo u otro siempre mete la pata. Aquí es cuando Yahvé le deja de lado definitivamente.

"2 Así habla el Señor de los ejércitos: Voy a pedir cuenta a Amalec de lo que hizo a Israel, al cortarle el camino cuando este subía de Egipto.

3 Ahora ve y derrota a Amalec. Conságralo al exterminio con todo lo que posee y no lo perdones, mata a hombres y mujeres, niños y pequeños, vacas y ovejas, camellos y asnos".

4 Saúl convocó al pueblo y le pasó revista en Telam: eran doscientos mil hombres de a pie y diez mil hombres de Judá."

Saúl vence, pero -embriagado por la alegría de la victoria- no hace caso a Yahvé:

Saúl derrotó a Amalec desde Javilá hasta la entrada de Sur, que está frente a Egipto.

8 Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y consagró al exterminio a todo el pueblo, pasándolos al filo de la espada.

9 Pero Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag y a lo mejor del ganado mayor y menor, a los animales cebados, a los corderos y a todo lo que había de bueno, y no quisieron consagrarlos al exterminio. Exterminaron, en cambio, todo lo que era despreciable y sin valor.


Yahvé se enoja y no responde a los holocaustos de Saúl, que, mosqueado, va a hablar con Samuel para saber a qué viene el silencio de Yahvé:

20 Saúl le replicó: "¡Yo escuché la voz del Señor! Hice la expedición que él me había encomendado; traje a Agag, rey de Amalec, consagré al exterminio a los amalecitas, 21 y el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, para ofrecer sacrificios al Señor, tu Dios, en Guilgal".

22 Samuel respondió:
"¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios
o quiere que se obedezca su voz?
La obediencia vale más que el sacrificio;
la docilidad, más que la grasa de carneros.

23 Como pecado de hechiceríaes la rebeldía;
como crimen de idolatría es la contumacia.
Porque tú has rechazadola palabra del Señor,
él te ha rechazado a ti para que no seas rey".


Y claro, el pobre Samuel tiene que tomar cartas en el asunto. Ya lo dice el refrán: "Si quieres que algo salga bien, más te vale hacerlo tú mismo".

Luego dijo Samuel: "Tráiganme a Agag, rey de los amalecitas". Agag se acercó a él muy complacido, pensando: "Seguramente, me he librado de la amargura de la muerte".

33 Pero Samuel dijo:
"Como tu espada ha dejado sin hijos a tantas mujeres,
así tu madre quedará sin su hijo entre las mujeres".
Y descuartizó a Agag delante del Señor, en Guilgal.

34 Luego Samuel partió hacia Ramá, y Saúl se fue a su casa, en Guibeá de Saúl.

35 Samuel no vio nunca más a Saúl hasta el día de su muerte. Pero estaba de duelo por él, porque el Señor se había arrepentido de haberlo hecho rey de Israel.


Estas historias inclasificables, irreductibles a ninguna teología, sugerentes, espectaculares, imagintivas, poderosas, fundacionales, primitivas, sofisticadas en su aparente sencillez... es el legado eterno del Antiguo Testamento.

Did you read the book of love and do you hace faith in God above...?




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